Contaminación acústica

Oído interno:

El oído interno está formado por dos aparatos receptores funcionalmente distintos: el vestíbulo con los canales semicirculares y el caracol o cóclea, con el órgano de Corti. En su interior existen unas células ciliadas que tienen la función de transformar señales acústicas físicas -transmitidas por los huesecillos del oído medio- a señales acústicas mecánicas cortilinfáticas, y de éstas a señales electroquímicas dirigidas al área receptora auditiva de la corteza cerebral por medio del nervio auditivo. La alteración de estas células por ruidos de gran intensidad o por estar expuestas a sonidos fuertes de manera prolongada pueden provocar pérdida de audición.

 

Frecuencias auditivas:

El oído normal percibe los sonidos comprendidos entre 20 y 20.000 Hz o ciclos por segundo.

 

Las ondas sonoras de menos de 20 Hz se denominan infrasonidos (algunos pueden ser percibidos por el tacto), y los de más de 20.000 Hz se llaman ultrasonidos.

 

Efectos:

Los niveles elevados de intensidad sonora producen en las personas efectos físicos y psicológicos peligrosos, por lo que se habla de contaminación acústica.

 

Algunos sonidos pueden llegar a ser dolorosos como, por ejemplo, los producidos por un avión al despegar. Pero el peligro de dañar el oído no depende solo de la intensidad del sonido, sino también del tiempo que una persona está expuesta a él.

 

La exposición prolongada a niveles de sonido de más de 90 dB puede provocar pérdidas de audición irreparables, cambios en la presión sanguínea y alteraciones en el ritmo cardíaco. El trauma sonoro se manifiesta en las audiometrías por una disminución de la captación de frecuencias entre 4.000 y 6.000 Hz.

 

Parece que los ruidos muy intensos aumentan la secreción de adrenalina, una hormona que hace que la conducta sea más agresiva. Por si fuera poco, generan alteraciones en la reacción visual, lo que conlleva un grave riesgo en determinadas actividades, pues un ruido brusco e intenso puede reducir en un 25% el tiempo de reacción.

 

Intensidad:

El decibelio (dB) es la unidad de medida utilizada para determinar el nivel de intensidad del ruido.  Se utiliza una escala logarítmica porque la sensibilidad que presenta el oído humano a las variaciones de intensidad sonora sigue una escala parecida, no lineal.

 

Debido a que el decibelio es una unidad relativa, para las aplicaciones acústicas, se ha tomado un umbral de audición de 0 dB equivalente a un sonido con una presión de 20 micropascales, ya que las ondas de sonido producen un aumento de presión en el aire. En el otro extremo de la escala, se considera el umbral de dolor para el oído humano a partir de 140 dB, que suele ser la medida máxima considerada en aplicaciones acústicas, aunque dicho umbral se supera en la fase de despegue de un reactor (150 dB).

 

 

 

 

Tono y frecuencia:

El tono es la cualidad del sonido que permite distinguir los sonidos altos (agudos) de los sonidos bajos (graves). Estos últimos tienen una logitud de onda mayor que los agudos.

 

La frecuencia es la magnitud física asociada al tono. Las frecuencias más altas corresponden a los tonos más agudos, y viceversa.

 

Por ejemplo, en la escala musical, la frecuencia aumenta desde la primera nota (do: 261,63 Hz) hasta la última (si: 493,88 Hz). En el caso de los insectos, sus alas son comparables a una lámina vibrante que oscila a más de 20 veces por segundo y engendra sonidos de un tono determinado. Así, la mosca común (que cuando vuela emite sonidos fa) da 352 aletadas por segundo. La abeja, que produce sonidos de tono la, da 440 aletadas por segundo y 330 (tono mi) cuando lo hace cargada de miel.

 

Documentación técnica:

 

Ruido de la aviación militar y sus efectos sobre el corazón de las tripulaciones y personal de tierra
Autora: Fredesvinda M. Méndez Castillo
Ruido de la aviación militar y sus efect[...]
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Ruido y Salud
Fuente: Observatorio de Salud y Medio Ambiente de Andalucía
Ruido y Salud.pdf
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